La noticia que sí cimbró, aunque seguramente no era, o no es, la prometida de parte del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, que daría a conocer el 1 de diciembre pasado, es que los niños bajo tratamiento por cáncer, estuvieron recibiendo, no se dice cuándo exactamente o durante qué periodo de tiempo, agua destilada, o sea, placebos en lugar de medicina.
Y los ojos de todo México, y aún más allá, han volteado al ex gobernador Javier Duarte de Ochoa, como cabeza responsable, y como probable autor intelectual de este crimen de lesa humanidad, solo comparado históricamente con Joseph Mengele, más conocido como "Ángel de la Muerte", porque era quien decidía, una vez que llegaban los vagones de prisioneros al campo de concentración y exterminio de Auschwitz en el holocausto de la II Guerra Mundial, quién iba directamente a las cámaras de gas y quién moría más lentamente en los barracones, como objeto de investigaciones, análisis y estudios sacados de las más terribles pesadillas diabólicas.
Y sí. Si Javier Duarte fue responsable de este hecho, entonces habremos tenido en Veracruz a un nuevo Hitler del siglo XXI.
El detalle es que Javier Duarte de Ochoa no actuó solo. Eso no lo exonera a él. Pero sí señala a cómplices que son tan responsables como él. Áreas como finanzas, administración, enlaces, son determinantes, ya que sería imposible que no se hubieran enterado de los horrores que se cometían desde las entrañas del Poder.
Éstos cómplices, en el caso de corroborarse perfectamente el señalamiento Yunesiano, también deberán ser llevados ante la Ley como partícipes directos y responsables en masa de este atentado contra la vida.
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